lunes, 5 de junio de 2006

III Republica, de Rafa Iglesias

LA MEMORIA EXHUMADA

Presentación en Sevilla del libro homenaje a la II República

Española, III, de Rafael Iglesias

Por José Luis Castro Lombilla


La memoria es una isla donde salvarnos del inevitable naufragio de la existencia. Si nacer es casi un milagro, morir es una inexorable obligación. Venimos de la nada para llegar a ser nada. Somos polvo para convertirnos en polvo. La vida es una condena a muerte y sólo la memoria puede indultarnos. Olvidar es matar y no recordar es ser como muebles inertes con las gavetas vacías. Recordar es vivir y resucitar a los que han muerto para que perduren en nuestro recuerdo. No somos lo que somos sino lo que recordamos que somos y que fueron los que nos antecedieron, y lo que recordarán de nosotros los que sigan aún cuando nos hayamos ido. La memoria, esa porción de inmortalidad, es, quizás, el único bien verdadero, la única y valiosa joya que nos pertenece por derecho propio. La memoria es la que nos da verdadera conciencia del ser y del mundo, de lo que somos, de lo que hemos sido y de lo que seremos… Cada proyectil salido de un cañón nacional en la Guerra Civil española, cada bala disparada por un fusil vencedor, cada bando, cada discurso enfervorizado de militarotes henchidos de proclamas patrióticas con pechos tachonados de medallas de victoria; cada paletada de cal viva para enterrar en cunetas y olvido a los vencidos, sirvió para borrar la memoria de España durante más de cuarenta años. La guerra no acabó con la Segunda República, el olvido sí. Ahora se cumplen 75 años desde que se proclamó la Segunda República española y el Parlamento ha aprobado una proposición de ley para que 2006 sea declarado Año de la Memoria Histórica y se reconozca a la II República como antecedente de la democracia instaurada con la Constitución de 1978. Es una ocasión de oro para luchar contra ese Alzheimer social provocado por el acomodo en la tranquila ignorancia o en el confortable dogmatismo. Y lo es también para felicitar y agradecer a unos dibujantes la publicación de III, pequeño pero sentido homenaje de papel a ese sueño roto que fue la II República.

El 7 de abril, Viernes de Dolores, más de un mes antes de que el Parlamento aprobara definitivamente la proposición de ley presentada por Izquierda Unida, unos cuantos dibujantes nostálgicos de aquel esperanzador régimen asesinado tras una guerra brutal, presentaban en Sevilla un opúsculo para homenajear a la Segunda República española.

Mientras, por las calles ya salían ruidosas cofradías seguidas de fieles incondicionales, en un bar apartado del popular barrio de la Alameda de Hércules, un grupo de ciudadanos locos, salmones republicanos contra la corriente religioso-popular-festiva, reivindicaban aquel sueño efímero que tantas esperanzas despertó en los ciudadanos más humildes de un país que aún vivía en el feudalismo. Mientras se escuchaban los tambores y cornetas de una precipitada cofradía sevillana, en un bar se leía con emoción el jugosísimo prólogo que Moncho Alpuente dedicó a la pequeña publicación, titulado ”...Y van tres”:


«De las tres formas tradicionales con las que se gobiernan y se desgobiernan los humanos, dictadura, monarquía y república, sólo he conocido muy a mi pesar, que es el pesar de todos los demócratas, las dos primeras, una dictadura sin máscaras y una monarquía disfrazada y legada por la tiranía que nos ató para mayor ignominia a sus designios póstumos».

(...) «Cautiva y desarmada la II República, muertas, exiliadas o encarceladas, perseguidas y humilladas sus gentes, España vivió la más larga, cruel y desmemoriada postguerra, que se ha dado en un país de múltiples guerras, crueldades y desmemorias, y, cuando tras la extinción del pequeño y superlativo dictador y de su mezquino y grandilocuente régimen, el fantasma de la Libertad asomaba por el horizonte, en el inicio del último tercio del maldito siglo XX, una asonada de ruidosos sables y voces de mal agüero, una conspiración de silencios, miedos y renuncias, oscureció su aparición radiante y encadenó su espíritu a los avatares de una monarquía reinstaurada, callada y otorgada con subterfugios, atada y bien atada, pactada como un mal menor en una transición que se reivindica pragmática y modélica y confunde cobardía con prudencia.

Mutilada en la memoria inicua de los años de plomo, arrinconada luego en estos años de grisalla, la segunda república revive en el recuerdo de los que no la vivieron pero la buscaron y rescataron de las desmemorias y de los olvidos culpables, que recabaron testimonios y rescataron su bandera, como los dibujantes que hoy se agrupan en este opúsculo que más que recordatorio y homenaje quiere ser reivindicación y compromiso. ¡Hasta la Tercera, Siempre!»

Es este pequeño librito el primero de la colección “La semilla de onán”. Detrás de este proyecto se encuentra un republicano convencido, prestigioso diseñador y dibujante sevillano: Rafael Iglesias. Quien saltara hace algún tiempo a los medios como azote de la Iglesia en una particular cruzada contra la homofobia y a favor del uso del preservativo (su fabuloso cartel en el que un Sagrado Corazón de Jesús, con la cara del autor, portaba un condón e incitaba a usarlo «Ama a tu prójimo como a ti mismo», porque para prevenir «es divino», dio la vuelta a España. Una vez más, la torpe Iglesia, con sus reiteradas críticas, intentaba apagar un fuego molesto con gasolina), ha querido con esta publicación hacer un sano y encomiable ejercicio de reivindicación de la memoria. En las últimas páginas del librito, nos da una declaración de intenciones:


«Este 2006 se cumple el 75 aniversario de aquella malograda II República. Tal fecha no queríamos que pasara desapercibida en plena vorágine semanasantera, por eso los firmantes hemos colaborado para poner ante tus ojos este modesto documento gráfico y hacerte partícipe.

A algunos nos sigue gustando pensar que es factible políticamente otra vez favorecer a los más necesitados social y laboralmente, retomar la herencia liberal, reforzar e incentivar la educación y profundizar en la democracia y la libertad. Estos valores no son nuevos, vienen de antes y cuando se recobren plenamente, tal vez la sociedad española salde así una vieja deuda pendiente.

Viva la República… manque pierda!».


El libro está integrado por dibujos y textos que han realizado los propios dibujantes. Además de Rafael Iglesias están: Mutis, Bella Moreno, Javier de la Rosa, Pepe Kinto, Gonzalo, Konradi, Viqui Gallardo. También incorpora un fotomontaje de Antonio Iglesias y un texto dedicado a la republicana Constancia de la Mora de Gervasio Iglesias. Es este texto un homenaje a la República a través de uno de sus personajes más valientes, una mujer que luchó por la libertad de los trabajadores a pesar de pertenecer a la alta burguesía, un magnífico ejemplo de compromiso político y social. Como es este pequeño libro de Rafael Iglesias un magnífico ejemplo de locura, pues, cómo habría que llamar si no a esta pertinaz insistencia en reivindicar algo que a nadie importa. Posiblemente, se le hagan más homenajes a Rocío Jurado en unos días que a la II República en todo el año. Y esto a pesar del proyecto de ley aprobado por el parlamento. Y, desde luego, no tiene culpa de esta renuncia a la memoria de una sociedad la pobre finada que en paz descanse. La culpa es de esa misma sociedad que vive muy a gusto anclada en su vulgaridad cotidiana, incapaz de plantar cara a esa indigna e indignante ola revisionista que desde hace algún tiempo envilece España. Las tesis neofranquistas de los Pío Moa, Federico Jiménez Losantos, César Vidal y demás ralea seudohistoriadora, que en cualquier país civilizado serían delito, han calado en España porque, para qué engañarnos, el sustrato social sobre el que se asientan estaba rendido a la ignorancia y, quizás lo más triste, aleccionado desde pequeños por unos abuelos fascistas que contaban la historia desde su punto de vista: el punto de vista de los vencedores. Hay una enorme masa de población que ha encontrado en estas fangosas arengas la gozosa excusa para reafirmarse en las ideas que desde siempre han tenido. Si durante el gobierno de la izquierda el fantasma de Franco se recluyó en los sótanos de su desvergüenza, cuando volvieron al poder los de siempre, esa derecha rancia y carpetovetónica de Aznar, volvió a mostrarse con obscena ostentación. Ahora, con las izquierdas de nuevo en el poder, el desquiciamiento de esa derecha montaraz se ha sublimado de una manera extraordinaria. Por eso es necesario aprovechar este año para recuperar la memoria perdida, la memoria ultrajada y enterrada. Hay que aprovechar este año para exhumar la memoria de este país que hace demasiado tiempo que bebió, voluntariamente además, las peligrosas aguas del Leteo. Y hay que aprovechar, y agradecer, iniciativas quijotescas como la de estos dibujantes capitaneados por Rafael Iglesias. Se agradecen porque son pocas las muestras gráficas que hoy se le rinden desde los medios de comunicación a la República. Es difícil encontrar homenajes en las viñetas de estos meses. Sin embargo, más fácil resulta lo contrario, es decir, reiteraciones impúdicas en ese vil y mentiroso ejercicio de negar la historia de España. Al menos, ése es el caso de una viñeta flagrante del monstruo sagrado del humor gráfico español, Antonio Mingote, en las páginas del diario ABC que, por la categoría del personaje, merece la pena analizar. Nueve días después de la presentación de III, el 16 de abril, Mingote, con su habitual maestría para el dibujo, nos retrataba al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, diciendo la siguiente frase:


«Agradezco a la monarquía los treinta último años de libertad, paz, y prosperidad, durante los cuales he podido añorar con orgullo los cinco dificultosos y ásperos años de la Segunda República, cuyo aniversario celebro alborozado».


Apena y duele observar este atrincheramiento ideológico en un artista, modelo gráfico sin duda de los dibujantes que integran III. Sin embargo, esta manera de interpretar la historia partiendo de premisas falsas, este insulto a la inteligencia que supone atribuir a la monarquía treinta años, nada menos, de paz y prosperidad y libertad (?), este despachar la república con la simpleza moral e intelectual que lo hace Mingote, no puede ser modelo de nada más que de una manera de hacer humor ruin. Independientemente de que la viñeta sea correcta en su concepción plástica (son muchos años de experiencia), independientemente de que la viñeta sea impecable en la resolución humorística, es decir, se quiere hacer decir al personaje algo que no ha dicho pero que contrasta con su discurso habitual dejando claro que el personaje es un cínico para, de camino, dejar constancia de la postura del humorista sobre el tema en cuestión: eso, desde luego, está más que conseguido, Mingote cree que la monarquía es la que nos ha traído los treinta años de paz y prosperidad y está convencido de que la república sólo fueron cinco años dificultosos y quiere subrayar que Zapatero es tonto por hablar bien de ese periodo tan malo. Se olvida Mingote del porqué de esas dificultades que tuvo la república, de los inmensos problemas heredados de, entre otros, una monarquía felona y egoísta; precisamente, la monarquía de la que desciende este bienhechor que, a juicio de Mingote, nos ha traído tantísimos años de paz y libertad y prosperidad (sobre todo para ellos: ¿recuerda Mingote cuánto cuesta la casa del príncipe heredero…?).

Sin duda, no son dibujos lo que necesita la recuperación de la Memoria Histórica. Esto lo sabe muy bien ese movimiento ciudadano que, junto a familiares de los desaparecidos, hace ya algunos años que luchan por recuperar la dignidad perdida de un país olvidadizo. Sin duda, no son dibujos lo que hace falta para exhumar restos o para organizar actos de homenaje a quienes fueron víctimas de la guerra civil y del franquismo. Sin duda. Pero estos dibujos, que no sirven para nada, sirven, sin embargo, para mucho. Y es en esa contradicción donde adquiren su verdadera dimensión, su enorme valor. Porque unos simples dibujos acompañados de unos breves textos envueltos en la simbólica tricolor, que no sirven para nada, ayudan, sin embargo, a galvanizar a una sociedad estabulada delante de la televisión. O, al menos, a parte de esa sociedad. Sólo por eso, merece la pena.

¡Salud!


Interesados en III diríjanse a:

Rafael Iglesias

Dame3@arquired.es

617 025 172


Reseña de José Luis Castro Lombilla.

Imágenes: Cubierta y cuarta de cubiertas de la publicación III. Ilustraciones interiores, de Rafa Iglesias y de Bella Moreno (la bitono). Viñeta de Mingote extraída de ABC del 16-IV-2006.


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