EL LADRÓN DE PESADILLAS Y OTRAS HISTORIAS
Reseña de Jorge García.
El semanario Chicos marcó un hito en el tebeo español de posguerra. Dirigido por Consuelo Gil y apoyado por el régimen franquista, mantuvo un delicado equilibrio entre contenidos didácticos y comerciales. Buena parte de esa armonía descansaba en la magnífica nómina de profesionales que reunió la revista. Por allí pasaron Jesús y Pilar Blasco, Emilio Freixas, Mercedes Llimona o Ricard Opisso. Y también un jovencísimo Ángel Puigmiquel (Barcelona, 1922), que alcanzó en sus páginas la madurez creativa, como demuestran las tres historietas recopiladas en el álbum El ladrón de pesadillas y otras historias que inaugura la colección Patrimonio de
En el espléndido prólogo a esta edición, Antonio Martín contaba que Puigmiquel inició en 1941 su colaboración con el sello Gilsa, editorial de las publicaciones Chicos, Chiquitito y Mis Chicas. Fue en esta última donde aparecieron sus primeros trabajos. Eran 'gags' de una página que fueron ganando en extensión y complejidad a medida que incidían en el género policíaco. Las aventuras de Pepe Carter y Coco, sus personajes más emblemáticos, se adscribían a esa temática; en ellas, su creador alcanzó altísimas cotas de virtuosismo gráfico. Sin embargo, esos logros no impidieron que abandonase la historieta y emigrase a Venezuela cuando Gilsa cerró sus revistas en 1950. Al otro lado del Atlántico, Puigmiquel se consagró a sus otras pasiones: el periodismo, la fotografía, la caricatura y la animación publicitaria, oficio que siguió desempeñando a su regreso a España en 1963.
Puigmiquel pertenece a la generación de dibujantes que, como Cifré, Bosch Penalva o Alfons Figueras, se incorporó a los tebeos después de la guerra civil. Sin embargo, siempre me pareció que su trabajo, en mayor medida que el de sus compañeros, tendía un puente con el de la generación anterior. No era sólo por la espectacularidad explosiva del color (que recuerda al de publicaciones de los años treinta como Aventurero, Yumbo o Mickey), sino por esa sabia mezcla de aventura y distorsión humorística que caracterizó la obra de los maestros de anteguerra como Cabrero Arnal y Arturo Moreno, de quienes Puigmiquel fue siempre discípulo aventajado.
Como afirma el estudioso Salvador Vázquez de Parga, las aventuras recogidas en este álbum marcaron un punto de inflexión en la carrera de su autor. Los relatos comenzaban con una llamada de auxilio, un rapto o un asesinato. Mediante golpes de efecto, la acción avanzaba a ritmo trepidante hacia un desenlace resuelto, en ocasiones, con cierta premura. En ese sentido, el gran acierto de Puigmiquel no radicaba tanto en la construcción de las tramas sino en la riqueza de su lenguaje gráfico. Por ese motivo el argumento se diluía poco a poco en favor de un clima exótico, misterioso y aterrador (como también ocurría, por cierto, en otro clásico del tebeo de posguerra: El inspector Dan del guionista Rafael González y el dibujante Eugenio Giner).
Puigmiquel acentuó esa atmósfera valiéndose de toda suerte de recursos: el uso de un color muy especial, los fuertes contrastes lumínicos, la elección de un enmarcado distinto para cada viñeta o el empleo de un montaje que Vázquez de Parga calificó de 'auténtico ejercicio de estilo'. Es posible que el tiempo le hubiera enseñado a administrar aún mejor esos recursos, pero jamás habría mejorado su acierto a la hora de elegir los encuadres y perspectivas más osados. De hecho, ciertos picados recuerdan las mejores imágenes del cine de Orson Welles.
Y es que Ángel Puigmiquel, como el director de Ciudadano Kane, fue dueño de una estética arriesgada y muy personal. Las páginas de este libro espléndido están aquí para demostrarlo.
El Ladrón de Pesadillas y otras historias, Ángel Puigmiquel
Glénat España: Patrimonio de
Textos de introducción: Antonio Martín y Salvador Vázquez de Parga.
Libro en cartoné, color y B/N, 128 páginas, 24 euros
Nota de prensa con la biografía de Puigmiquel
Reseña de Jorge García.
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