Como en este foro queremos barajar diferentes opiniones para obtener una idea más plural, reproducimos a continuación el texto que el profesor Manuel Junco, de la Universidad Complutense de Madrid, amablemente nos ha participado.-
Mahoma y los graciosos
Manuel A. Junco
Bin Laden en su último comunicado aseguraba que “los americanos con su crueldad ya estaban llegando casi a los abismos que había frecuentado Sadam Hussein”. Reflexión que imagino que sorprenderá a los que suponían veraz la afirmación de Bush-Blair-Aznar de que Hussein y Laden eran lo mismo. Pero el comentario de dicho personaje no nos inmuta y es que vivimos una época en la que la confusión político-económico-religiosa, sembrada desde arriba y a veces cultivada desde extremos teóricamente irreconciliables, es el pan de cada día. Recordamos que estamos en un mundo condicionado por el cáncer de Oriente Medio, alimentado opíparamente por la “solución” de la Guerra de Iraq (¡más madera!) y donde se amasa la “bola” árabes-islamistas-terroristas en cualquier conversación de cafetería mientras se ojean periódicos sectarios con el fondo de comentarios fanáticos de Cruzados radiofónicos (¿para cuándo, por cierto, un Gran Hermano con tertulianos de los medios?).
Con este panorama nos sorprende en Occidente el que los árabes y los musulmanes (que no son lo mismo) muestren su hartazgo -total por un insulto más…- de que se les identifique con el terror. Así, cuando desde un periódico danés se publican unas mediocres caricaturas donde su “icono sin imagen” que es Mahoma se establece con forma de bomba, es decir que aparece y además de aparecer sigue a pies juntillas la tesis de Bush-Blair-Aznar, pues nos indigna que se pongan rabiosos y se lancen a quemar consulados y embajadas. Además, reflexionamos sabiamente, obsérvese que ni siquiera han visto las caricaturas porque están prohibida su reproducción, simplemente les han dicho “aparece Mahoma y con forma de bomba” y ellos se han “picado”.
Los humoristas occidentales salimos también entonces como movidos por un resorte para defender la libertad de expresión, tan duramente ganada por generaciones de grafistas desde Hogarth o desde Goya o desde Daumier, a elegir. Claro, hombre, por supuesto que lo primero es lo primero y la publicación de cualquier sátira, de cualquier crítica, escrita o dibujada, debe ser defendida a capa y espada, a pluma y pincel, porque eso está en la esencia de nuestro sistema democrático y libre. El humor además es algo vital, es la posibilidad de distanciar nuestro orden, de reflexionar nuestra realidad, de cuestionar nuestras formas, de canalizar nuestros impulsos mas siniestros. Alarmados por este ataque nos aprestamos sin la mas leve vacilación a defenderlo porque es la calidad de nuestra sociedad lo que nos jugamos, es proteger la duda que podemos lanzar con una sonrisa sobre la última frase lapidaria del serio manifiesto del poderoso de al lado.
Bien, una vez dicho que la libertad de expresión ni tocarla, vamos a seguir reflexionando: ¿Si el humor es básico y necesario, si es lo que nos hace sobrellevar determinadas tensiones y durezas de la vida, no sería bueno que este humor fuera responsable? ¿O el humor es intocable, incuestionable, sagrado, oportuno en cualquier tiempo y ocasión? ¿Hay que defender una broma sobre muertos en un velatorio, un chiste subido de tono ante una audiencia infantil, un divertido petardo en una reunión de victimas del terrorismo, una graciosa cerilla en un polvorín? Todos sabemos cuando una broma es responsable y cuando no.
Y es que hay muy distintos tipos de trasgresión humorística y no todos plausibles. El humor siempre se vale de los tópicos sociales y se mueve como el pez en el agua en determinados géneros de limitadas miras. Todos conocemos chistes sexistas, homófobos, racistas, violentos, guarros y en general “políticamente incorrectos”. El humor es trasgresor por propia naturaleza y debe moverse en el contrapunto, en lo informal, en lo contrario, en lo crítico, en definitiva en el descubrimiento de los intersicios de nuestro “orden” y en los puntos débiles de nuestras “formas”. Por supuesto que es esencialmente subversivo. Por eso, por ser incorrecto y necesario a la vez, se vale de fórmulas de aviso, de lugares marcados, de momentos adecuados, de tonos y precauciones y si no es así, de obligadas rectificaciones.¿Cuántas veces uno ha tenido que decir “era una broma”, “no era mi intención que lo tomaras en serio”, etc.
Aquí estamos ante una de las odiosas servidumbres de la libertad de expresión como es la de defender a los inoportunos y a los malintencionados, a los ignorantes editorialistas, a los mediocres humoristas, a los tertulianos broncas y a los patosos de turno. Esto lo hacemos, qué remedio, por el miedo a que cualquier límite a la libertad nos lleve a la censura, pero cuidado, esta defensa de esos personajes no nos impide su crítica y descalificación: son gente que no aprecian la libertad, que nos avergüenzan. Es más, estas personas (nos referimos ahora a los inoportunos humoristas daneses) hacen un flaco favor a los valores occidentales que dicen defender al confirmar al mundo árabe y al islámico su sospecha de ser malinterpretados, ofendidos, insultados: son ciertas sus quejas. ¡Y nosotros, hala, a defender la libertad de estos graciosos!"
Manuel A. Junco
Bin Laden en su último comunicado aseguraba que “los americanos con su crueldad ya estaban llegando casi a los abismos que había frecuentado Sadam Hussein”. Reflexión que imagino que sorprenderá a los que suponían veraz la afirmación de Bush-Blair-Aznar de que Hussein y Laden eran lo mismo. Pero el comentario de dicho personaje no nos inmuta y es que vivimos una época en la que la confusión político-económico-religiosa, sembrada desde arriba y a veces cultivada desde extremos teóricamente irreconciliables, es el pan de cada día. Recordamos que estamos en un mundo condicionado por el cáncer de Oriente Medio, alimentado opíparamente por la “solución” de la Guerra de Iraq (¡más madera!) y donde se amasa la “bola” árabes-islamistas-terroristas en cualquier conversación de cafetería mientras se ojean periódicos sectarios con el fondo de comentarios fanáticos de Cruzados radiofónicos (¿para cuándo, por cierto, un Gran Hermano con tertulianos de los medios?).
Con este panorama nos sorprende en Occidente el que los árabes y los musulmanes (que no son lo mismo) muestren su hartazgo -total por un insulto más…- de que se les identifique con el terror. Así, cuando desde un periódico danés se publican unas mediocres caricaturas donde su “icono sin imagen” que es Mahoma se establece con forma de bomba, es decir que aparece y además de aparecer sigue a pies juntillas la tesis de Bush-Blair-Aznar, pues nos indigna que se pongan rabiosos y se lancen a quemar consulados y embajadas. Además, reflexionamos sabiamente, obsérvese que ni siquiera han visto las caricaturas porque están prohibida su reproducción, simplemente les han dicho “aparece Mahoma y con forma de bomba” y ellos se han “picado”.
Los humoristas occidentales salimos también entonces como movidos por un resorte para defender la libertad de expresión, tan duramente ganada por generaciones de grafistas desde Hogarth o desde Goya o desde Daumier, a elegir. Claro, hombre, por supuesto que lo primero es lo primero y la publicación de cualquier sátira, de cualquier crítica, escrita o dibujada, debe ser defendida a capa y espada, a pluma y pincel, porque eso está en la esencia de nuestro sistema democrático y libre. El humor además es algo vital, es la posibilidad de distanciar nuestro orden, de reflexionar nuestra realidad, de cuestionar nuestras formas, de canalizar nuestros impulsos mas siniestros. Alarmados por este ataque nos aprestamos sin la mas leve vacilación a defenderlo porque es la calidad de nuestra sociedad lo que nos jugamos, es proteger la duda que podemos lanzar con una sonrisa sobre la última frase lapidaria del serio manifiesto del poderoso de al lado.
Bien, una vez dicho que la libertad de expresión ni tocarla, vamos a seguir reflexionando: ¿Si el humor es básico y necesario, si es lo que nos hace sobrellevar determinadas tensiones y durezas de la vida, no sería bueno que este humor fuera responsable? ¿O el humor es intocable, incuestionable, sagrado, oportuno en cualquier tiempo y ocasión? ¿Hay que defender una broma sobre muertos en un velatorio, un chiste subido de tono ante una audiencia infantil, un divertido petardo en una reunión de victimas del terrorismo, una graciosa cerilla en un polvorín? Todos sabemos cuando una broma es responsable y cuando no.
Y es que hay muy distintos tipos de trasgresión humorística y no todos plausibles. El humor siempre se vale de los tópicos sociales y se mueve como el pez en el agua en determinados géneros de limitadas miras. Todos conocemos chistes sexistas, homófobos, racistas, violentos, guarros y en general “políticamente incorrectos”. El humor es trasgresor por propia naturaleza y debe moverse en el contrapunto, en lo informal, en lo contrario, en lo crítico, en definitiva en el descubrimiento de los intersicios de nuestro “orden” y en los puntos débiles de nuestras “formas”. Por supuesto que es esencialmente subversivo. Por eso, por ser incorrecto y necesario a la vez, se vale de fórmulas de aviso, de lugares marcados, de momentos adecuados, de tonos y precauciones y si no es así, de obligadas rectificaciones.¿Cuántas veces uno ha tenido que decir “era una broma”, “no era mi intención que lo tomaras en serio”, etc.
Aquí estamos ante una de las odiosas servidumbres de la libertad de expresión como es la de defender a los inoportunos y a los malintencionados, a los ignorantes editorialistas, a los mediocres humoristas, a los tertulianos broncas y a los patosos de turno. Esto lo hacemos, qué remedio, por el miedo a que cualquier límite a la libertad nos lleve a la censura, pero cuidado, esta defensa de esos personajes no nos impide su crítica y descalificación: son gente que no aprecian la libertad, que nos avergüenzan. Es más, estas personas (nos referimos ahora a los inoportunos humoristas daneses) hacen un flaco favor a los valores occidentales que dicen defender al confirmar al mundo árabe y al islámico su sospecha de ser malinterpretados, ofendidos, insultados: son ciertas sus quejas. ¡Y nosotros, hala, a defender la libertad de estos graciosos!"
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