jueves, 19 de enero de 2006

El circo del desaliento, de Rubín (Astiberri)


El aliento del genio

Debemos prestar atención a lo que dicen autores como Miguelanxo Prado, uno de esos historietistas que además de hacer historieta sabe reflexionar sobre su obra y sobre el medio en general. En el prólogo al libro compilatorio El circo del desaliento señala Prado un error de su pasado: no reconocer la existencia de una historieta autóctona, una banda deseñada galega. Lo reconoce ahora, en la presentación de este libro, y no se trata de una afirmación soltada a la ligera por uno de nuestro más importantes autores de historieta.
Claro que Prado se apoya en los resultados de sus denodados esfuerzos por realzar la historieta gallega desde que dirige, hace un lustro, el festival de historieta de La Coruña con el acompañamiento imprescindible de Carlos Portela. Lo que ha ocurrido es que al arrimo de la hoguera (del festival bien hecho) medraron en Galicia los dibujantes sin soporte, los fanzines sin estilo, los profesionales sin tutor, los editores sin horizonte, los equipos sin optimismo y, al fin, los neófitos que querían empezar. El Salón de A Coruña aglutinó esfuerzos y reavivó esperanzas y carreras. De ahí que surgiera una historieta con un reconocible sesgo gallego aunque eso no es óbice para hablar de una "historieta gallega" en sentido lato. Aunque éste no es ahora el tema.
El tema es que allí, en el seno de aquella sinergia, fraguó la obra de David Rubín, autor de lecturas cundidas, cultura mínima imprescindible, estilo de dibujo a depurar pero inspirado por algunos de los grandes y con un valor: sabía narrar casi desde el principio. Tras sus primeras y titubeantes viñetas, se presentó a un concurso con una locura, una historieta de 54 páginas donde se habla de la pérdida del amor y del refugio en la violencia (a.k.a. la justicia) de quienes no saben o no pudieron amar. Aquella joya que le dio a conocer y que impulsó sus primeros pasos en publicaciones de historietas aparecidas en Galicia durante estos primeros años del siglo XXI llevó por título "Onde ninguén pode chegar", y es la que abre ahora este grueso e intenso libro de Astiberri. Para completarlo, Rubín ha seleccionado algunas de sus mejores obras producidas hasta la fecha y las ha hilvanado con algunas ilustraciones (estupendas) y un entrante y una coda en las que habla de sí mismo.
Mas en su obra no habla de sí mismo, no caigamos en el error. O al menos esto no debería entenderse como una historieta del género "retazos de vida", que así alude a ella Portela en el epílogo de El circo del desaliento. Esto son historietas que arrancan de experiencias, vivencias o paranoias de Rubín, puede ser, pero que tienen clara ubicación en un mundo que no es el del autor. Y eso es, en parte, lo mejor de la obra de Rubín, quien parece haber volcado obsesiones y pesadillas en sus páginas, pero que ha ido construyendo un universo personal, francamente seductor, donde las estructuras recuerdan a una ciencia ficción crepuscular y los personajes parecen perdidos en las dudas y crudezas de la novela negra clásica. Fundamentalmente, sus personajes son perdedores en un mundo donde la fantasía es posible pero la recuperación del valor o de la persona amada resulta tan difícil como en nuestra realidad. En este sentido, quizá su obra maestra es la corta historieta "A sombra xigante que me afoga", en la que un superhéroe achacoso y agotado esconde en su sentido de la responsabilidad la evidencia de un matrimonio vencido. Este uso vicario de la figura del héroe es todo un acierto de Rubín y lo usa con sabiduría sin agotar sus posibilidades (aparece en las dos historietas mencionadas hasta aquí, y también en "O guerreiro").
Amén de lo anterior, cabe destacar la obra "Que se lo coma el salitre", historieta publicada antes en TOS y que Portela subraya como lo mejor de su producción por el uso lúdico que en ella hace de personajes mitológicos, desdibujando la rigidez del relato clásico para aludir a otra realidad, acaso más oscura o menos mítica que la conocida. "O derradeiro alento de Sísifo Laureles" incide en similar estrategia de desustanciación pero para obtener un resultado más rico, abierto a múltiples posibilidades.
Luego, y aparte, debemos reconocer que hay en El circo del desaliento otras aportaciones que resultan bastante más flojas: exhabruptos como "As vosas almas apestan" o divertimentos como "El fulgor blanco", sospechosamente dibujadas con un estilo más limpio y suelto (es decir, aparentemente con más prisa). Con un estilo también menos oscuro y de predominio de la línea sobre la sombra se beneficia la historieta que cierra el libro, "Las sinfonías congeladas", donde Rubín parece dar un portazo a su producción anterior dado que aborda una historia de amores mitigados pero que poco a poco se recuperan hasta alcanzar el happy end.
Para llegar a esta obra de 2005 el estilo gráfico de Rubín ha evolucionado sin miedo, eludiendo los elementos sobrantes y buscando con afán los registros y engranajes adecuados para la fluidez narrativa. Lo mejor de su obra es sin duda sus cualidades para elegir las viñetas precisas con los enfoques adecuados, a lo que hay que sumar sus dotes para la poesía. Sea alumbrada ésta o no por noches en vela o vehemencia en el rapto creativo.
Nos hallamos, esencialmente, ante un muestrario de un autor joven (no ante una "novela gráfica" como promociona el sello editor) que sorprende bastante y gusta, pero que va a sorprender aún más (como otros gallegos, los Robledo, Da Silva, etc.) en el futuro. El circo del desaliento es un excelente trabajo de arranque que precederá obras de mayor envergadura y altura si Rubín se mantiene fiel a sus arrebatas fórmulas creativas.

El circo del desaliento, de David Rubín. Astiberri, Bilbao, 2005
Libro de historietas en rústica, 176 pp., b/n, 16 euros

Texto promocional editorial: "El circo del desaliento es la primera novela gráfica reflejo de una sólida trayectoria ya como dibujante de David Rubín, punta de lanza de una nueva hornada de creadores gallegos. Con prólogo y epílogo de Miguelanxo Prado y Carlos Portela, respectivamente, abre el volumen “Donde nadie puede llegar”, una intensa historia larga e inédita, que tiene continuación en una serie de relatos cortos realizados para la ocasión, junto con otros ya prepublicados previamente en distintas revistas.
Rubín se apoya en el personaje del superhéroe para desarrollar unas historias que beben de sus preocupaciones y de sus personales experiencias, donde está muy presente la poética del perdedor tamizada en ocasiones por cierto optimismo vital que deja algún hueco a la esperanza.
Sus trabajos a lo largo de los últimos cinco años como dibujante de animación en los estudios Dygra, –responsables de El bosque animado y Sueño de una noche de San Juan–, como ilustrador y creador de historietas para las más diversas publicaciones gallegas y peninsulares, le han llevado a David Rubín (Ourense, 1977) a tener tanto una importante legión de admiradores, como a ganar un generoso abanico de concursos. El más importante de ellos el I Premio Castelao de Cómic concedido por la Diputación de A Coruña al citado relato, "Donde nadie puede llegar", ganado en agosto de 2005 en el curso del salón Viñetas desde O Atlántico."

Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Astiberri.

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