Cubierta y detalle, de Valenzuela
EL LADO AMARGO DE LA UTOPÍA.
RESEÑA.- Valenzuela ha venido obteniendo críticas laudatorias desde que comenzó a trabajar en la historieta con sus panoramas antiutópicos disimulados como fábulas. Entre los acercamientos más sagaces están los de Jorge García, sobre todo cuando afirmaba en torno a las Aventuras del Capitán Torrezno que: «Es ahí, en el cuidado con que articula los contenidos de sus ficciones, donde Valenzuela demuestra ser un creador notable. (...) A ese nivel, la serie hace gala de un rigor narrativo extraordinario. Nada ha sido dejado al albur: la morosidad que preside la obra (a la que contribuye la brevedad de las elipsis); el recurso a encuadres abiertos en beneficio de la profundidad de campo, acentuando así las proporciones del escenario y la épica del conjunto; el empleo de diferentes registros gráficos para diferenciar los planos de realidad que conviven en el relato; el uso del montaje paralelo (del cual este autor posee un dominio fuera de lo común, llegando a conciliar hasta seis tramas simultáneas); incluso la profusión de textos de cualquier tipo. Todo obedece a un fin narrativo. Para Valenzuela, contar es una obligación.» [ver texto íntegro]
Con El lado amargo Valenzuela se revela una vez más como uno de los historietistas españoles más innovadores, abundante y complejo. No es esto una sobreadjetivación, es un hecho demostrado con su obra publicada por Astiberri en junio de 2005, en una edición coqueta y bien reproducida desde grises y color a la que mejor le convendría un formato de libro a la francesa. El autor y su obra son merecedores de más superficie de papel no sólo por la apariencia formal, también por el horror vacui que impregna sus producciones, con estructuras atiborradas de detalles, cargadas de textos y de dibujo en principio poco depurado en su terminación. Ese estilo, que ya es propio, puede responder a que es un heredero auténtico del espíritu del cómic underground, que no murió en los setenta autofagocitado por el mercado, no. En Valenzuela atisbamos algunos de sus estilemas, el relato abigarrado sobre la complejidad vital, la constante protesta reflexiva, al burla meditada al sistema, todo tan alejado de ese otro ‘underground’ desvaído y trivial que es el ‘slice of life’.
Valenzuela es una suerte de espíritu de la complejidad disfrazada a la vista de sus propuestas gráficas. Pero este caudal pasa desapercibido cuando el lector se percata de lo imaginativo y sorprendente de sus discursos. Si nadie se veía capaz de llevar a la historieta las comeduras de tarro de William Burroughs o la mecánica satírica de Swift, he aquí Valenzuela. Si nadie creía que Fred o Boucq no tendrían jamás sosias en España, ahora tenemos la prueba de que sí. Los que pensábamos que ya no surgirá un nuevo Crumb detractor de todo, con el trazado triste de lo urbano según Eisner, con la ironía hacia la falta de comunicación de M.A. Prado y las cualidades literarias de un Borges (inflado de aticismo como Chesterton y con el aura pesimista de S. Lem) pues… estábamos equivocados. Valenzuela ha logrado sorprendernos a todos.
Con métodos a veces aparentemente gruesos, Valenzuela construye ‘historietas puras’, por abusar de terminología: aquellas que sólo pueden construirse en este medio y no en otros. Formula estructuras imposibles hasta para El Bosco, hace a las viñetas dependientes de la reacción de los personajes, integra los ideogramas en el tejido de la realidad representada… Todo contribuye a atiborrar la página con elementos, tanto léxicos como pictográficos, lo cual es el mayor despropósito del autor (porque agota al lector), haciéndonos pensar que algunas páginas sería mejor disponerlas en prosa. De hecho, lo hace con el capítulo decimonónico de este libro. En su descargo cabe decir que… ¡escribe tan bien! Hace gala de un sardonismo tan lacerante y grato por boca de su lenguaraz 'Don Berrinche' que sumergirse en sus páginas supone un goce. Además, opera a dos niveles. Por un lado, los de la ‘highbrow’ reconocerán a Tarkovski, Lean, O’Toole, Bioy Casares, a Lorca… mientras que los de la ‘lowbrow’ tendrán fácil localizar a Dante, Kafka, a Caronte, los iconos del capitalismo salvaje, el abucheo al militarismo y el adocenamiento del urbanita occidental. Satisface todos los paladares.
Ahora ya no nos extraña tanto premio y mención como el autor ha recibido. ¡Y aún anda en la primera treintena; que nos deparará su futuro!
Esta obra, El lado amargo, viene a describir el modelo de infierno al que llamamos mundo. En ese mundo, nos lleva de la mano de un personaje de carácter odioso, que se dedica a retorcer la realidad hasta convertirla en pastiche de sí misma. Como si hubiese quitado el azogue tras el espejo en el que nos idealizamos a diario. Lo mejor es que la lectura resulta divertidísima gracias al protagonista principal, Julio César Cienfuegos, ese ‘Jerónimo Puchero’ con la faz de ‘Butanito’ que nos sorprende con, por ejemplo,
-cuando reprende al gremio del taxi acusándolos de «¡Devotos de Luis del Olmo!»
-cuando se planta frente a un semáforo con patética rebeldía en el capítulo ‘Aquí me quedo’
-cuando cae postrado al suelo y los viandantes describen un ‘semicírculo prudencial’ en torno a él y su ángel de la guarda.
¡Ja! En el fondo el personaje, que somos todos, es un misántropo adorablemente desgraciado que busca la redención. Sirve al autor como batería giratoria de cañones que disparan contra instituciones, aburguesamiento, aculturación, no dejando títere con cabeza. Todo basculando entre cielo e infierno, entre sueño y realidad, para instalarnos en la crudeza de lo cierto. Es más, Valenzuela se dibuja a sí mismo (eso creo yo) como Daimón, el demonio de la negación, que es el único capaz de describir la verdadera felicidad: lo que hay. Y lo hace con apabullante cinismo.
Con la presente obra Valenzuela, autor de vasta cultura, de difícil asimilación a escuelas o tendencias, se revela como único. El lago amargo probablemente sea la más compleja desmitificación del mundo, a la vez que la más desoladora cartografía de nuestro triste concepto de felicidad.
A lo mejor es que, en realidad, como se deja entrever, lo que llamamos vida es sólo sueño…
¿Inquietante, eh?
El LADO AMARGO. De Santiago Valenzuela. Astiberri: Sillón orejero, s/n, Bilbao, 2005
Libro de historietas, 27 x 19 cm., encuadernado en rústica con solapas, 96 páginas, b/n y color, por 15 euros
Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Astiberri.