viernes, 22 de abril de 2005

Max, Sven y el matrimonio homosexual

Max & Sven
Fue gran noticia para la comunidad gay española la notica de ayer 21: la aprobación en el Consejo de Ministros del proyecto de ley que permitirá el matrimonio entre personas del mismo sexo en España. Un logro que asusta por comprobar que se acompaña de polémica en el año 2005 (con más de 4.000 años de homosexualidad comprobada y asumida en la Historia) por haber desatado la respuesta airada del colectivo conservador de nuestra sociedad, y de algunos medios de comunicación, terriblemente radicalizados en estos últimos años.
Asusta. Ayer, Eslava Galán hablada del neoromanticismo postindustrial en la presentación, en Sevilla, del libro de Eva Díaz, "Memoria de cenizas", literatura elevadísma y culta que nos da más indicios de la iracundia que ha ido acaudalando la Iglesia y los antiguos regímenes desde siempre (ella se queda en el siglo XV para deleitarnos). Eslava hablaba del ejercicio de la literatura, pero es campo en el que también asistimos a un brote de neoconservadurismo que preocupa, en los libros y en el mundo, que no deja de ser reflejo de ellos: ya no sólo desde el imperialismo yanqui, también desde la reordenación de Putin, las dictaduras latinoamericanas, la tensión en Oriente, la zanja reabierta de las Dos Españas e incluso desde los basamentos de nuevo papado.
Los reaccionarios no quieren asistir a una "democratización disoluta", no quieren que las mujeres logren escaños o sacerdocios. No quieren que el motor de la economía, la mano de obra del tercer mundo, se traslade al primer mundo. No quieren gays.
Esto resulta ya chocante. ¿Por qué rechazar de plano las relaciones homosexuales? ¿Es el amor gay peor, más "sucio", más "incompleto" acaso, que el que puede haber entre personas de distinto sexo? ¿O es que atenta contra ciertos esquemas de ordenación que aseguran la perpetuidad de un control social a través de la célula familiar tradicional? Siguiendo este esquema, cabría pensar que si se ha llegado, finalmente, a atender algunas de las peticiones de la comunidad gay habrá sido porque son una comunidad con recursos económicos, sólidos participantes en la mercantilización de la vida que hoy sobrellevamos.
El panorama social en España cambiará con esta ley, lo cual es muy bueno, y esperemos que también, con ello, pueda ir cambiándose el otro panorama: el del drama interior que viven los homosexuales que no saben que lo son o que no saben si desean serlo o si serán aceptados por ello; o si hallarán, alguna vez, el amor...
De esto trata la obra de Tom Bouden, que ahora publica La Cúpula en un paso más en este compromiso que la historieta ha adquirido hacia los gays (menos hacia las lesbianas, atención) y del cual sólo ha hecho bandera la editorial catalana. Pero recordemos que lo hace desde la transición. Y que otros editores ni lo han pensado; ni siquiera muchos fanzines. La Cúpula sí, se implica. Y vende. En este caso, una obra de calidad, en la que Bouden no descolla especialmente por su dibujo, de línea simple y apretado, lo cual es consecuencia del empequeñecimiento de las plantachas originales (no es la Biblioteca Marvel pero también molesta). El dibujo de Bouden es simple, naturalista, diríase amable, en la buena tradición de la escuela francobelga a la que pertenece. Pero es suficiente y adecuado para lo que cuenta: una historia de vida, que se desarrolla en parajes urbanos y que implica a personas y algunos escenarios cotidianos.
La fuerza de esta historieta reside en lo que cuenta y la cadencia con la que lo cuenta. Narra las dudas, pesares y padeceres de un muchacho, Max, que prontamente se percata de que se siente atraído por los chicos. En su tímido madurar, nos demuestra con pinceladas vitales lo complicado que resulta para los gays aceptarse a sí mismos en una sociedad organizada de modo que la Historia, la Educación y la Cultura en general supongan trabas al conocimiento de una opción sexual plenamente válida y nada vergonzosa. Lo que resulta es un drama, un drama interior, el de un muchacho consumido por un amor que no puede declarar y que finalmente logra aceptarse a sí mismo tras no pocos desplantes y titubeos bochornosos.
Del relato destaca la elección de las secuencias que hace Bouden, en las cuales implica mucha ternura (el máximo común divisor de la obra). Hay fragmentos del tebeo que son narrados con fragmentos de diario, de cartas, conversaciones casuales, secuencias mudas... todo para ir recreando una memoria agridulce y de la que La Cúpula ha destacado el cinismo. No le falta razón: Bouden también aprovecha para poner en solfa la frivolidad de algunos gays, su licenciosidad y algún comportamiento perverso.
En el fondo late una historia de amistad, de atracción y afecto, que queda instalada en nuestro recuerdo con la delicadeza de una tarde de primavera.
Enhorabuena a la comunidad homosexual española.

Del autor nos recuerdan los editores:
"A principios de los 80, Tom Bouden (Bélgica, 1971) ganó el primer premio en un concurso de cómic infantil. alentado por subsiguientes galardones, estudió Animación en Gante. Ha trabajado como guionista para la división holandesa de Disney y para diversos espectáculos de teatro y programas de televisión. entre sus trabajos en el campo de la historieta, se cuentan Boudewijn de Grom, Flikkerzicht, Max y Sven y Max y Karel. Ha colaborado regularmente en revistas como ZZIo (Bélgica), Expreszo, Gay & Night (Holanda), DNA (Inglaterra), Gueer y Freshmen (Alemania)."

Max & Sven, obra de Tom Bouden. La Cupula: Novela Gráfica, s/n, Barcelona, 2004
Libro de cómics, en rústica, 24 x 17 cm., 64 páginas b/n, por 4.95 €

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