martes, 22 de marzo de 2005

Roy y Al

Roy & Al

Un hilarante fresco sobre la intransigencia heterosexual frente a la felicidad homosexual a través de los ojos de un perro con pedigrí rebautizado.

RESEÑA.- Fiffi de Hischberg, descendiente de Erol de Hischberg y de Emelie de Waldesruh, de la estirpe de siglos atrás a la que pertenecieron Pascha de Hirschberg, al servicio éste del príncipe palatino Hubertus de Fallersleben, y otros… ha terminado siendo un perro doméstico de un hombre sin nombre que vive en Berlín. Es el primer apunte singular de esta obra, que centra su relato en la vida y opiniones de Al, un perro con pedigrí, a veces acompañado por un chucho de costumbres sanas (apenas se come el tarro) y que es propiedad de uno de los novios de su dueño. Sí, los dueños son homosexuales. Y no tienen nombre.

Sirve esto para destacar que el autor del tebeo carece de complejos al mismo tiempo que para hacer más relevante el protagonismo de los perros, sobre todo de Al, que desde las primeras páginas declara lo desagradable que le resultan las actividades eróticas de su dueño y sus amiguitos, dada la importancia que reviste para él la orientación heterosexual.

Lo más saludable del tebeo es que Ralf Köning (Soest, 1960) describe las cosas por su nombre por boca de perro, lo que añade un punto canallesco pero muy creíble a la postura de Al, un heterosexual condenado a convivir con quienes desprecia. Para colmo de males, al perro le han enmascarado su origen y pedigrí con un mimo escaso y con un degradante cambio de nombre (se llama Al en honor al actor porno gay Al Parker); el can lo denuncia abierta y claramente: “(…) esas mariquitas al final son todas unas pasivas!! ¡¡¡Todas quieren que se las follen aunque se hagan las machitas meneando la polla!!!” es un ejemplo de lenguaje directo. Otro: “¡¡¡¿Es que esas mariconas drogatas tienen derecho a estar toda la tarde en la cama metiéndose el antebrazo en el ano (…)?!!”

Hale.

El historietista alemán logra transmitir al mismo tiempo toda la pasión que invierten en sus relaciones los actores humanos y toda la comprensible desesperación del pequeño Al. Köning no es un dibujante cualquiera, es un hombre de espíritu elevado que sabe comprender muy bien y en profundidad el comportamiento humano y además lo cuenta como nadie, construyendo los diálogos justos, empleando las palabras adecuadas siempre, recortando de la vida los momentos especialmente aclaratorios de las bondades y villanías de cada uno. Leyendo Roy & Al uno podría pensar que todos son protagonistas, dada la profundidad emocional que el autor nos transmite de cada personaje, mientras que a Al lo construye a grandes tajos, mostrando tan sólo su soberbia, su carácter más reaccionario, incluso recurriendo al estereotipo (como cuando descubre su afecto por Hitler). Pero ahí es donde se encuentra la comicidad de la obra. Si Köning se detiene lo justo para exponernos la solidez de las relaciones amorosas y afectivas del dueño sin nombre del perro y la candidez o estupidez de otros personajes, con Al y su amigo Roy amplía el foco y nos enseña la sonrisa más cruel del comportamiento rancio y obcecado de quien no transige con la felicidad ajena. Para el caso de Al llega a la escatología, en una de las secuencias lentas más divertidas y mejor construidas de los últimos tiempos (en “Trae el palito”) en la que la mierda es el único nexo de comunicación entre el heterosexual y el homosexual. Mejor metáfora imposible.

Roy & Al no es una obra menor de Köning, es una de sus mejores obras. Realmente bien construida por entregas (en origen fueron historietas cortas), muy bien dibujada (la gestualidad de los personajes es ideal) y con uno de los mayores aportes de hilaridad que podamos hallar en un tebeo. El episodio en el que los colegas gays se emocionan ante una de las costillas de Cher te suelta la mandíbula lo quieras o no, y el último, en el que Al acaba protagonizando una marcha triunfal gay drogado y pintado, te empuja a la risa cuando ver como acaba de ridiculizado el contumaz perro.

Sí, sí. Es el momento de reírse. Hoy que después de tanto tiempo de integración pacífica sigue existiendo una resistencia tenaz a la no aceptación de las costumbres de un grupo de personas cada día más amplio y que se han tenido que convertir en “colectivo”. Se ha calculado recientemente que entre el 8 y el 10% de la población mundial es homosexual y poco a poco van integrándose tras un período de lucha que parece no querer acabar. El frente se sitúa actualmente en el asunto de la legalización del matrimonio entre gays a los efectos fiscales y, sobre todo, de adopción de niños, lo cual plantea un problema moral para muchos (el niño que crece sin referentes de sexos distintos, al parecer, sale rana; o sea, tan tarado como todas las monjas, los monjes, los infantes criados en orfanatos llevados por religiosos, los hijos huérfanos de padre o madre, etc., etc.). No es ninguna broma, pese a la evidencia de que lo que interesa es el afecto y la comprensión y un talante social alejado de lo sectario, los que reaccionan contra los homosexuales están logrando generar nuevos “colectivos”, “integrados”, como el Foro Español de la Familia, que ya tienen más de 400.000 firmas para intentar presentar un proyecto de ley que impida a hombres equilibrados y deseosos de dar amor cuidar a otros humanos que muy posiblemente crezcan equilibrados y deseosos de dar amor. Se trata de utilizar el odio para acabar con la “cultura gay”, como ciertos agrupamientos de homosexuales quieren definirse. Un error, por ambas partes: enquistarse en culturas o colectivos cerrados. Mayor error, sobre todo, del lado de los que nada más que quieren luchar contra al normalidad en las relaciones: el afecto.

Decíamos al principio que los dueños de Roy y Al no tienen nombre, pero tienen vida. Una vida sexual muy activa, una postura ante la vida festiva, despreocupada pero afianzada en un comportamiento que acepta su naturaleza. Son felices.

Sus perros no.

Köning retrata este estados de las cosas en nuestra sociedad magistralmente a través de las viñetas de Roy & Al. En estas págins vemos al homo algo díscolo y de vida disipada, feliz, con amigos variopintos pero sin traumas, y contemplamos al perro de carácter arruinado, sumido en la desdicha de la inaceptación. Ambos son los extremos oportunos para comprender las tensiones existentes entre las dos fórmulas de vida. No es de extrañar que se tenga a Köning como “maestro internacional de humor” y eso que su carrera como autor empezó hace relativamente poco, en 1981.

Lo mejor: que no sólo es un tebeo de crítica social. También es un cómic de humor que deja a Mutts o a Get Fuzzy / Garfield (donde también hay perro) en meros entretenimientos para la sonrisa de soslayo. La obra de Köning constituye un hallazgo para todo lector sin prejuicios y con ganas de divertirse, apto tanto para homos como para heteros.

Roy & Al, La Cúpula: Víbora Comix, Barcelona, 2005.

Guión y dibujos de Ralph Köning. Edición original: MännerschwarmSkript, Hamburgo, 2004

Álbum en rústica, 22x28, 64 páginas, color. PVP: 8.95 €

Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de La Cúpula.


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